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Vomitonas de antaño

¿Que hay pa’ cenar? O como ser un perfecto ñu.

enero 21, 2011

Señoras y señores, esto es un escándalo.
Las mujeres modernas del siglo XXI han caído en la trampa de la igualdad, entrando cual toro furioso en la plaza, mientras muchos hombres se descojonan tras el burladero.
Ser una mujer independiente significa, por ejemplo, madrugar un poco más que ese, que sigue roncando a las 7:30 de la mañana, para llevar a los niños al colegio. Una vez depositadas las criaturas vuelas hasta la oficina para no llegar tarde, mientras te arreglas el maquillaje en el ascensor; porque una mujer de hoy también tiene que estar guapa y al tanto de las últimas tendencias en moda.
Hora de comer. Las hay afortunadas que al no tener tiempo para
volver al hogar comen en el trabajo, medio espárrago acompañado
de un litro de agua. No olvidéis que hay que estar delgadas e
hidratadas.
Otras en cambio corren a casa, en donde deberán desplegar su
creatividad culinaria para la elaboración de un primer y un segundo
plato a los que les aguarda un triste final: Ser engullidos en 38 segundos por una especie de orco sin alma, que abandonó sus
escasos modales en un altar años atrás.
Tras hacer la digestión, entre lavadoras y plancha acumulada, toca
volver al tajo. Horas más tarde, tú, madre trabajadora y símbolo de la igualdad en una sociedad moderna, recuerdas que tuviste hijos y que debes recogerlos (a uno en la guardería y al otro en el cole) en menos de 10 minutos, a no ser que quieras crearles un trauma para
toda la vida o bien recibir la visita de los servicios sociales.
En la carrera por ser una buena madre descubres que “Rexona si te
abandona” , pero no hay tiempo para solucionarlo.
Después de la reunión de padres por ” Un hogar feliz: más tiempo
para tus hijos”, dejas a los niños en clase de chino (que es el futuro)
y aprovechas ese rato para ir al gimnasio; tienes que estar guapa
para tu marido, que la cosa anda muy mal y hay mucho pendón
suelto.
Por fin en casa… Niños bañados, cenados y acostados. Plancha
terminada y la mesa otra vez puesta. Esta noche con velas, pasta al
dente y un buen vino, porque hoy es hoy. Porque yo lo valgo.
Ruido de llaves, ya llega a casa y no repara ni en las velas. Tras el
murmullo de un gruñido, más propio de un animal moribundo bajo el sol de la sabana africana, se adivina un hola. Ni besos, ni mariposas. Su sosez y desidia logran que el vino se pique y la pasta
se pase. Y su primera frase comprensible a oídos humanos termina
por coronar la noche: ” ¿Que hay pa’ cenar?”
Entonces te das cuenta y piensas:
“Mi marido es un ñu. Y yo soy gilipollas”.